como un pez delante de un anzuelo
de pronto me paro al borde del camino
te busco y no entiendo que tu mirada esquivo
me corto los dedos cada vez que te olvido
ya sabes me esquino y por tus ojos miro.
¿Has visto alguna vez reir a un pez fuera del agua? Yo no. Sin embargo lo estoy haciendo, me lo estoy inventando, pero no las palabras. Ahora mismo sólo tengo ganas de escribir párrafos de letras de canciones que, de alguna manera, consiguen fotografiar mi estado de ánimo actual. Parece mentira que un pez, debajo del agua, pueda sentir sed, una sed espantosa. Parece mentira poder morir de sed cuando se está completamente sumergido en ella, y alguien lo ha dicho ya. No importa, las palabras no tienen dueño, son de todos y son para utilizarlas y todos los que las escribimos las regalamos, como expresión de sentimientos, como declaraciones de amor, como explicación de nuestro dolor, de nuestra alegría, de nuestra incapacidad para escribir las cosas que nos pasan a todos, sin excepción, pero que a veces enmudecen nuestra garganta.
Hace bien poco descubrí la poesía, y lo hice de la mano de Kutxi Romero, de ese que se llama bandolero. Nunca me atrajo la palabra bandolero porque me recordaba demasiado a Curro Jiménez y, la verdad, tampoco fue santo de mi devoción, quizá porque mis padres, cuando era joven, nunca me dejaron ver aquella serie que todos los compañeros del colegio sí veían. Al día siguiente, en clase, era siempre el tema de conversación y como yo nunca lo podía ver, pues no podía hablar nada, ni siquiera podía jugar a emular a esos héroes de la pantalla en los recreos. Bueno, ahí perdí, seguramente, una diminuta porción de infancia, un héroe y una posibilidad de entender que las cosas a veces se hacen porque aceptas que ese es tu destino y porque sientes que lo justo es hacerlo así. El héroe, como en el caso de D. Quijote, siempre tenía un amor que le esperaba, casi siempre cautiva, en alguna venta o en algún campamento vigilada por una rehala de soldados estúpidos y que no tenían ni idea de defender a su rehén. Al final, como mandan ese tipo de historias, el héroe siempre liberaba a su amante y, de alguna manera, se sentía feliz. Los bandoleros siempre vivían al límite de todo, siempre en la oscuridad, siempre escondidos y siempre apasionados, siempre guiados por el amor, siempre.
Yo no he sido nunca bandolero, he sido más como un gitano, como un zíngaro, como un animal trashumante, de aquí para allá, por el mundo y por el alma. Siempre persiguiendo una quimera, siempre guiado por el amor, a veces imposible, de alguien que casi nunca me hizo caso, siempre alentado por la pasión. Y eso no ha cambiado, en absoluto, sigo siendo así ... y las cosas funcionan mientras tengo claro que eso es, sólo, una más de las metáforas que le escribo a la vida. Hoy sigo contento y animado, sigo teniendo la idea clara de la quimera que persigo, sigo amando, sigo apasionado, sigo caminando, errante, por los caminos del mundo y de ese alma que a veces se siente completamente vacía. A veces grito pero el viento me da en la cara, otras es al revés, se me oye, pero ...
En fín, que el sol remienda todas las heridas del corazón, del alma y de las manos. Así debe ser porque aún sigo aquí ... en el campo de batalla.
Love is a battlefield (Pat Benatar)
y, como dice mi poeta favorito, "antes que cortar mis venas, que te den por culo, pinto un corazón", porque un corazón es lo que me mueve para hacer las cosas, para vivir y para ser. Llevo unas semanas pintando corazones continuamente, para tí y para mí. Para los dos ... y si quieres les pongo un lazo, o lo que sea.
No pienso dejar de amarte, ni de ser yo mismo, no quiero dejar de perseguir a la vida que esta mierda de sistema me quiere robar cada día diciendo que es por una buena razón, porque yo sé que no lo es. La buena razón la tengo yo esta vez y a ese juego no quiero jugar, nunca quise, quizá porque nunca me dejaron hacerlo, desde muy pequeño, desde que querían que fuese un niño como todos pero nunca consiguieron, nunca permitieron. Quisieron que, en el futuro, fuese un hombre de provecho y al servicio de un sistema que no permite bailar de madrugada si te da la puta gana, y lo que logré entender es que aquí las reglas no las pone uno, te las dan y te las tienes que comer embadurnadas de sabores que enmascaran ese sabor a mierda, ese sabor de vulgaridad y de convencionalismos. Y si ahora este sistema cobarde no me va a dejar amar, ¡que le jodan una vez más! No pico.
Y el que lo quiera creer, que lo haga. Los que no, ya se han ido quedando por el camino ... los otros vienen conmigo, cogidos de mi mano.
Ayer escribí la declaración de amor más sincera que he escrito en mi vida. Hoy me siento un poco vacío como para repetirla, pero te sigo queriendo, a pesar de todo.
te busco y no entiendo que tu mirada esquivo
me corto los dedos cada vez que te olvido
ya sabes me esquino y por tus ojos miro.
¿Has visto alguna vez reir a un pez fuera del agua? Yo no. Sin embargo lo estoy haciendo, me lo estoy inventando, pero no las palabras. Ahora mismo sólo tengo ganas de escribir párrafos de letras de canciones que, de alguna manera, consiguen fotografiar mi estado de ánimo actual. Parece mentira que un pez, debajo del agua, pueda sentir sed, una sed espantosa. Parece mentira poder morir de sed cuando se está completamente sumergido en ella, y alguien lo ha dicho ya. No importa, las palabras no tienen dueño, son de todos y son para utilizarlas y todos los que las escribimos las regalamos, como expresión de sentimientos, como declaraciones de amor, como explicación de nuestro dolor, de nuestra alegría, de nuestra incapacidad para escribir las cosas que nos pasan a todos, sin excepción, pero que a veces enmudecen nuestra garganta.
Hace bien poco descubrí la poesía, y lo hice de la mano de Kutxi Romero, de ese que se llama bandolero. Nunca me atrajo la palabra bandolero porque me recordaba demasiado a Curro Jiménez y, la verdad, tampoco fue santo de mi devoción, quizá porque mis padres, cuando era joven, nunca me dejaron ver aquella serie que todos los compañeros del colegio sí veían. Al día siguiente, en clase, era siempre el tema de conversación y como yo nunca lo podía ver, pues no podía hablar nada, ni siquiera podía jugar a emular a esos héroes de la pantalla en los recreos. Bueno, ahí perdí, seguramente, una diminuta porción de infancia, un héroe y una posibilidad de entender que las cosas a veces se hacen porque aceptas que ese es tu destino y porque sientes que lo justo es hacerlo así. El héroe, como en el caso de D. Quijote, siempre tenía un amor que le esperaba, casi siempre cautiva, en alguna venta o en algún campamento vigilada por una rehala de soldados estúpidos y que no tenían ni idea de defender a su rehén. Al final, como mandan ese tipo de historias, el héroe siempre liberaba a su amante y, de alguna manera, se sentía feliz. Los bandoleros siempre vivían al límite de todo, siempre en la oscuridad, siempre escondidos y siempre apasionados, siempre guiados por el amor, siempre.
Yo no he sido nunca bandolero, he sido más como un gitano, como un zíngaro, como un animal trashumante, de aquí para allá, por el mundo y por el alma. Siempre persiguiendo una quimera, siempre guiado por el amor, a veces imposible, de alguien que casi nunca me hizo caso, siempre alentado por la pasión. Y eso no ha cambiado, en absoluto, sigo siendo así ... y las cosas funcionan mientras tengo claro que eso es, sólo, una más de las metáforas que le escribo a la vida. Hoy sigo contento y animado, sigo teniendo la idea clara de la quimera que persigo, sigo amando, sigo apasionado, sigo caminando, errante, por los caminos del mundo y de ese alma que a veces se siente completamente vacía. A veces grito pero el viento me da en la cara, otras es al revés, se me oye, pero ...
En fín, que el sol remienda todas las heridas del corazón, del alma y de las manos. Así debe ser porque aún sigo aquí ... en el campo de batalla.
Love is a battlefield (Pat Benatar)
y, como dice mi poeta favorito, "antes que cortar mis venas, que te den por culo, pinto un corazón", porque un corazón es lo que me mueve para hacer las cosas, para vivir y para ser. Llevo unas semanas pintando corazones continuamente, para tí y para mí. Para los dos ... y si quieres les pongo un lazo, o lo que sea.
No pienso dejar de amarte, ni de ser yo mismo, no quiero dejar de perseguir a la vida que esta mierda de sistema me quiere robar cada día diciendo que es por una buena razón, porque yo sé que no lo es. La buena razón la tengo yo esta vez y a ese juego no quiero jugar, nunca quise, quizá porque nunca me dejaron hacerlo, desde muy pequeño, desde que querían que fuese un niño como todos pero nunca consiguieron, nunca permitieron. Quisieron que, en el futuro, fuese un hombre de provecho y al servicio de un sistema que no permite bailar de madrugada si te da la puta gana, y lo que logré entender es que aquí las reglas no las pone uno, te las dan y te las tienes que comer embadurnadas de sabores que enmascaran ese sabor a mierda, ese sabor de vulgaridad y de convencionalismos. Y si ahora este sistema cobarde no me va a dejar amar, ¡que le jodan una vez más! No pico.
Y el que lo quiera creer, que lo haga. Los que no, ya se han ido quedando por el camino ... los otros vienen conmigo, cogidos de mi mano.
Ayer escribí la declaración de amor más sincera que he escrito en mi vida. Hoy me siento un poco vacío como para repetirla, pero te sigo queriendo, a pesar de todo.
0 comentarios